Boris Espezúa: “Los críticos literarios deben establecer ciertas coordenadas que puedan incluso servir para iluminar rutas; muchas veces tienen que venir de afuera las valoraciones para saber lo que tenemos dentro.”

22.05.2020

CICLO DE ENTREVISTAS "CUARENTENA POÉTICA"

Por Víctor Coral.

-Muchos poetas suelen tener una imagen poética primera. Algo así como el primer recuerdo relacionado con la poesía, un escenario poético, una visión... De tenerla, ¿cuál es la tuya?

La primera imagen poética que tuve y de la que fui consciente, fue a la edad de 9 años, cuando en el campo, bebí de un río el reflejo de sol poniente en un atardecer y alborozado le conté a mi madre y sentí que se alegró pero, quizás no entendió mi asombro, pero me dio un beso en la frente acariciando con sus dos manos mi rostro y me dijo: "Eres un soñador". A partir de allí, sentí un impulso para seguir deslumbrándome, me di cuenta que la ensoñación y el panteísmo eran parte de mi ser y creo que fue el primer indicativo para volcarme en la poesía. Por eso creo que en parte la poesía es la entrevisión de la realidad y el asombro.

-Cómo fue el proceso de escritura de tu primer libro. Publicaste poemas en revistas previamente, cómo lo financiaste.

Fui muy discontinuo, escribía poemas casi asustado, porque tenía un padre autoritario que veía como mariconada dedicarse al arte en general. Por lo tanto, a escondidas escribía más a menos a los 15 años. Pero después, a los 16 años, tomé impulso para hacerlo público en revistas como de la ESEP y en el diario Los Andes, y en un primer opúsculo titulado "El sentimiento en camino", de un tiraje de 50 ejemplares, gracias a Percy Zaga, poeta mayor que revisaba mis poemas y me aconsejaba corregirlos, y quien me desafió a publicarlo para de esta manera vencer mis fantasmas como lo recomendaba Rilke en Cartas a un joven poeta, cuando señala que el escribir es un impulso visceral, un volcamiento de tu personalidad. Este primer poemario tenía más de 20 poemas, trabajados en esténcil y publicadas a mimeógrafo y fue financiado en un 60% por Abelardo Luza, un amigo mayor de mis hermanos también mayores y que era director del INC de aquél entonces en Puno. Los comentarios favorables de este primer poemario sirvieron en parte para cambiar la opinión vertical de mi padre, quien me empezó a tolerar y sin embargo advertirme que de eso no viviría y que me esforzara en ser profesional.

-¿Qué opinas de los concursos de poesía? ¿Participas de ellos? ¿Crees que es esencial para hacer lo que llaman una "carrera poética"?

Considero que los concursos de poesía son necesarios para medir cómo vas evolucionando y situando tu trabajo con los demás, por un lado, y por otro no le cae mal a nadie ganarse un mérito. Yo he participado en algunos concursos, y no me arrepiento. Pero no considero que sea algo esencial para considerar tu carrera poética, puesto que con dos dedos de frente uno sabe que los concursos no determinan una trayectoria, un aporte sostenible, ni una renovación de una poética. Ello se muestra cuando se hace una valoración de conjunto a tu trabajo, al margen de los concursos que hayas ganado y que quizás solo pueden servir de referente, lo importante es el esfuerzo que hayas depositado en el trabajo publicado, que hasta para el propio autor puede ser incluso intrascendente, pero para los lectores no lo es.

-En términos generales, desde la segunda mitad del siglo veinte la gran influencia de la poesía latinoamericana se desplazó de la poesía española hacia los clásicos del idioma inglés (Eliot, Pound, otros). ¿Cuáles crees que son las influencias actuales?

No todos los poetas de la segunda mitad del siglo pasado han tenido como influencias a los poetas ingleses de la llamada poesía conversacional o coloquial. Eso fue lo convencional, pero en mi caso como en el de Odi Gonzales, Carlos Reyes, Oscar Limache e incluso poetas de Hora Zero como Tulio Mora, se alejaron en su momento de esas influencias y priorizaron temáticas disímiles como es la danza, la historia, lo simbólico mítico, y hablaron desde otras fuentes, de parámetros no convencionales. Mis influencias actuales son de la poesía de Alejandro Peralta, Efraín Miranda, Willian Ospina, Eliseo Diego, Oliverio Girondo, que te permiten esa mirada heterogénea y tengo muchas lecturas de los cronistas y de la narrativa oral de los andes del sur.

-¿Qué opinas de las opciones poéticas metaescriturales, digamos poesía sonora, poesía visual, etc?

Que son legítimas, necesarias e innovadoras, sin ello no hubiéramos tenido a un César Vallejo, a Carlos Oquendo de Amat, o a un Wesphalen, Adán o a José Watanabe, por ejemplo. Sin embargo, tiene que engarzarse en forma natural, no forzada, tiene que poseer coherencia y basarse en una capacidad creativa que enriquezca la poesía, no que la opaque. Si obedece a un fundamento o paradigma, mucho mejor.

En tu opinión cuál es la relación entre el poeta y el ejercicio de la crítica literaria. ¿Crees que la mirada crítica es importante para el poeta de hoy?

Debiera ser una relación de congruencia en el sentido de que no debiera haber un divorcio, o una brecha que parece muy distante de los críticos literarios con los creadores en poesía. Se percibe que cada quien anda por su lado, no se trata de que todo se comente, se reseñe o se estudie, sino que los críticos literarios deben establecer ciertas coordenadas que puedan incluso servir para iluminar rutas; muchas veces tienen que venir de afuera, las valoraciones para saber lo que tenemos dentro. Esto ha sucedido con Gamaliel Churata, con Oquendo de Amat, con Efraín Miranda, por mencionar algunos autores puneños. La mirada crítica por supuesto que es importante, pero los poetas saben que al no tenerla cerca, deciden arriesgarse a seguir adelante o a truncar su carrera. Los críticos debieran ser un poco los sostenedores y dar los marcos o contextos referenciales a tener en cuenta.

-Internet ha propiciado o, por lo menos, ha revelado una difusión y práctica inusitada de la poesía. Cada vez hay más poetas en todos lados y ya casi se pierde en el relativismo el ejercicio poético. ¿Crees que no se puede decir a nadie que no es poeta o consideras necesario establecer un rasero, un parámetro?

Como decía Mariátegui: "No nos faltan poetas nuevos, lo que nos falta es nueva poesía". Y ciertamente a través del internet encontramos de modo apabullante cantidades de poetas, sobre todo muy jóvenes. llenos de ahínco y tesón, pero ahí justamente entraría el papel de los críticos literarios para establecer ese rasero necesario para establecer mínimos aceptables de poesía y optimizar lo prometedor, lo potencial o el trabajo de aquellos que ya tienen pleno dominio de la palabra poética.

-¿Cuánto tiempo dedicas a la escritura y a la lectura? ¿Los practicas diariamente o te sometes a los dictados de la inspiración?

No puedo dedicarme todo el día a la poesía, ya que de la poesía no vives, es decir que no sustentas tus necesidades básicas. Pero la poesía requiere su tiempo, su espacio, su fragua, mi trabajo es continuo sí, pero tiene sus respiros. No creo mucho en la inspiración, creo como Antonio Cisneros que la poesía no se escribe con buenas intenciones, sino se escribe con palabras. Quizás entrado en años uno sabe que las motivaciones son más contingentes y aleatorias, que no requieres predisponerte, sino que surgen de la vida misma, de tus lecturas, de algún chispazo vivencial. Ahora, estoy convencido de que la poesía es parte de mí mismo, no me desvelo por volcarme a ella como a una quinceañera furtiva, sino que tomo mi tiempo y decanto temas y formas, así como abordaje y ejecución creativa.

Explícanos algunos detalles sobre tu proceso creativo. ¿Escribes a mano o de frente en computadora? ¿Cómo surgen los poemas en ti, empiezan con el primer verso, con una imagen, un tema específico?

Empiezo de frente en la computadora, pero previamente tengo que tener cierta estructura, es decir idea del contenido, algunos versos quizás, y voy alimentando palabras que ahí sí pueden ser escritas a mano, ya que se te aparecen cuando tienes la estructura concebida y vas anotando como lo hacía Martín Adán, hasta en el papel higiénico. Luego vas alimentando a la computadora, revisas de rato en rato, y de esta manera entras en trance creativo, hasta que el producto te va revelando su propio rostro.



ENTRE EL IZAÑO Y LA TARDE JULEÑA.

En memoria de María Asunción Galindo y Daniel Espezúa Velazco.


Aquí, en medio de estas pajas silbantes se rompe la sal, frente al lago Wiñaymarka, donde los perros negros hablan con los celajes de Lupakas y Jesuitas,

yazgo al lado del Colibrí herido para ahuyentar la muerte que respira en la nuca y en los ojos de la memoria discurre su llanto por las goteras del corazón.

Hay un pájaro dormido en los hombros de aquellos ancestros sin sombras, que nunca perdieron sus nombres y tampoco tuvieron mañanas, sólo ángeles caídos, solo brumas recordadas en frías fogatas en junio, cuando florece la rosa negra.

Aquí, en medio de los siete centros de la tierra, llegas con el agua que está detrás de la noche, con tu ojo grávido de misterios a tu pueblo de Kusillos, para echar una lágrima de cianuro y una mueca para el desconsuelo.

Llegas a la tercera mitad de tú latido entre las piedras indóciles y tu conciencia cartesiana que baja a la punta de los dedos del pie,

da tres chasquidos en cruz para arriba y tres chasquidos a la Pachamama para abajo, que hacen el trinomio vertical de la respiración.

La noche se esconde en el ala del silencio y el relámpago cae al centro de la sombra. Al anochecer aparecen las Luciérnagas y en el camino hacen una objeción al tiempo y al espacio.

Zumban y alumbran y desaparecen los segundos y el entorno que te cuadricula. Las flores se cierran y el fuego se guarda. Ese fuego partido tiene una mitad de frío.

Nadie siente sin el otro cuando se desdobla la realidad en tus manos. Nadie cruza sólo los hemisferios lógicos y los ilógicos sin hacer una apacheta en la sonrisa.

Para unir los contrarios, para polarizar lo cohesionado y hacer aleatorio lo único.

Encarnado de espíritu, descreído de belleza, desnudas las verdades en semi verdades, para que las paradojas se estacionen en la certeza.

Ahora sí puedes arrojar tu dolor diverso. Y arrancar de tus raíces la danza que orea en tu piel y tus huesos para endemoniarte en el vacío.

Ahora tus ojos se descubren, como ayer para mañana ser de aire, para vigilar invisible las espigas, el descarne de los resentimientos el desgaste de los sentimientos.

Tocas los sikuris sin su canto, chajchas la coca sin su llucta y camino a Chinchanalave aprisionas el instante en tus ojos para oír tu sangre y morder tu respiro.

Verticalmente, refulge el paisaje para recordarte que eres un fin en ti mismo, que tu dignidad no es una estatua, que tu lloro llora y tu rezo reza y el huevo de tu genitud sostiene la esfera de tu existencia circular.

Y que pluralmente, resuene el brillo de tus tejidos, con caitos de ensueños, colores fecundos de surcos y de solsticios. Soy en ésta roca firme.

Hijo de los cantones y sus escalofríos, ahijado del tormento de la Chinchilla, colindante de los verdes truenos que como látigos electrizados persiguen a las primeras lluvias de agosto.

Soy la media luna en este lago lapislázuli, donde vibra los ajayus de diciembre, y tiemblan los ojos rojos con coágulos de tanto mirarte, de tanto sentirte, Juli, tierra de tarka y de tayacha.

Frótate con sangre reseca de Lagartija, las fisuras de tu historia, las honduras de tu grandeza. Álzate San Bartolomé frente a los malos designios, al costado de Huaylluni y del Sapacollo.

Sáca de allí tu suerte enterrada y atiza las espinas que dolientes la cuidaban para la fiesta de exaltación, para la fiesta de resurrección.

Celebra los buenos sembríos visionados donde la naranja lanzada en el Orkofiesta y las flechas cruzadas para esquivar las sequias, aún hacen llagas en el aire.

Ahora, te das la vuelta. Levantas siete hojas de coca challadas con gotas de vino negro, levantas un Escarabajo que delira y una kantuta que suspira,

y muerdes una vez más el izaño para despedir la tarde que te ha traído y que hoy te lleva con la brunaluz del equinoccio de setiembre.

Glosario:

Izaño: Oca amarilla.

Ajayu: Espíritu o alma Challa: Rito andino.

Tayacha: Izaño congelado.

Chajchar: Mascar coca.

Llucta: Ceniza de tallo de quinua.


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