Carlos Quenaya: Predomina, entre los lectores, el desconcierto general. (...) El gusto se sacrifica en aras de algún orden mayor, el de la teoría, por ejemplo, en la academia. O el de la autopromoción personal y las ganas de hacer aliados.”

06.08.2020

CICLO DE ENTREVISTAS "CUARENTENA POÉTICA"

Por Víctor Coral.


 

-Muchos poetas suelen tener una imagen poética primera. Algo así como el primer recuerdo relacionado con la poesía, un escenario poético, una visión... De tenerla, ¿cuál es la tuya?

No, no tengo ninguna. Puedo recordarme, sin ningún lirismo, llorando el primer día de clases, aferrado a la presencia de mi madre. Fui, como muchos niños, introvertido y secretamente enamoradizo. Pero de la poesía no tuve noticias entonces. Tal vez sólo me gustara un poco más idealizar todo lo que no conocía y, al mismo tiempo, mantener cierta distancia irónica. Así hasta ahora.

-Cómo fue el proceso de escritura de tu primer libro. Publicaste poemas en revistas previamente, cómo lo financiaste.

Recuerdo dos poemas que escribí prácticamente caminando y que, creo, me costó muy poco corregir después. La prosa, a mis 18 años, iba directa a la computadora; los versos, a unos cuadernos que iba llenando sin pretender gran cosa. Pero a los 20 ya había dado forma a un poemario que saldría 4 años más tarde con Lustra. Obviamente, para entonces ya contaba con amigos con los que publicaba mis borradores. Ninguna editorial, que yo sepa, financia primeros poemarios, y hay que tener muy buenos contactos para que alguna lo haga después. Yo no los tengo. No sería mala idea que alguien se animara a escribir la historia económica de la poesía. Nuevas y sorprendentes lecturas obtendríamos de conocer las condiciones materiales de tanta soledad, tanta tristeza, tanta megalomanía.

-¿Qué opinas de los concursos de poesía? ¿Participas de ellos? ¿Crees que es esencial para hacer lo que llaman una "carrera poética"?

Los concursos son, sin duda, muy importantes para los ganadores. Pero será siempre sospechoso que haya justicia poética en ellos. En lo personal, no me atraen nada los libros ganadores de concursos —ni siquiera los del Nobel— que, para el romántico que soy, descienden a la tierra lo que tendría que estar fuera de órbita. Desde la adolescencia me sedujo mucho más lo raro y lo secreto, pero tampoco soy un militante del perfil bajo. "Carrera poética", por otro lado, es una contradicción en los términos.

-En términos generales, desde la segunda mitad del siglo veinte la gran influencia de la poesía latinoamericana se desplazó de la poesía española hacia los clásicos del idioma inglés (Eliot, Pound, otros). ¿Cuáles crees que son las influencias actuales?

No creo que haya influencias hegemónicas. Y está bien así.

-¿Cuáles son para ti los poetas vivos más importantes de tu país y por qué?

Creo que la categoría de poeta y, por extensión, la de poeta vivo más importante, tiene un aire a corona de laureles que hoy resulta un poco risible. Es mejor que los laureles se queden en los tallarines. Y es mucho mejor, como en su tiempo hizo Gombrowicz, escribir contra los poetas. El título a mejor poeta de la Nación es algo que debiera generar una airada protesta.

-¿Qué opinas de las opciones poéticas metaescriturales, digamos poesía sonora, poesía visual, etc?

Todo bien, mientras sean otras formas de emoción y de auténtica aventura artística e intelectual. A priori hay que alentar toda clase de experiencia estética. Pero me reservo el derecho de juzgar después.

-En tu opinión cuál es la relación entre el poeta y el ejercicio de la crítica literaria. ¿Crees que la mirada crítica es importante para el poeta de hoy?

No hay poesía sin crítica. El estado actual de la poesía es también el estado actual de su crítica. En general hay dos extremos que deploro: la crítica del profesor de literatura, aséptica y bien peinada, hecha ad hoc para circular por los laboriosos pasillos de las revistas universitarias; y la del cuate bonachón, sencillo y natural, que ejerce el arte de la publicidad con sus mejores amigos en nombre de la cultura.

-Internet ha propiciado o, por lo menos, ha revelado una difusión y práctica inusitada de la poesía. Cada vez hay más poetas en todos lados y ya casi se pierde en el relativismo el ejercicio poético. ¿Crees que no se puede decir a nadie que no es poeta o consideras necesario establecer un rasero, un parámetro?

Sería, en verdad, para reír una conversación donde alguien afirmara ser poeta y otro, para joder o lo que fuere, le negara el título. Me parece, más bien, que Internet ha visibilizado una generalizada pérdida de gusto, y esto en todos los ámbitos. Yo creo que hay muy poca gente a la que le gusta la poesía, incluso entre los que la escriben. Predomina, entre los lectores, el desconcierto general y el deber de gustar de todo aquello que tenga aroma a incienso. El gusto se sacrifica en aras de algún orden mayor, el de la teoría, por ejemplo, en la academia. O el de la autopromoción personal y las ganas de hacer aliados en esta pequeña parcela de capital cultural. El gusto, con su dosis necesaria de arbitrariedad, demanda libertad y autonomía de criterio. Y creo que el placer de leer está maniatado de muchas maneras. Así que más bien noto mucha homogeneidad detrás de toda esa aparente diversidad. Habrá muchos poetas, tal vez, pero muy pocos oídos.

-¿Cuánto tiempo dedicas a la escritura y a la lectura? ¿Los practicas diariamente o te sometes a los dictados de la inspiración?

La vida, de algún modo, se organiza en función al tiempo que habrá para leer, que idealmente es el tiempo de la máxima concentración. Lo que, por mil razones, no siempre se puede hacer. Desde el punto de vista del lector, el mundo es una permanente interrupción. Por otro lado, las lecturas que hago siempre están en función de la escritura. Pero escribir, por largos periodos, es simplemente anotar, transcribir citas, frases, palabras sueltas. Por otros, es ensayar, explorar tonos, maneras; también jugar, ejercitarme un poco, perder el tiempo. Poco a poco, aparece un lenguaje y, lo más importante, un tono. Lo exploro hasta que me canso. En el medio me frustro, abandono y regreso. Mientras sea posible jugar es posible escribir. Al final siempre llega el momento en que la vida, esa larga interrupción, exige nuestra mirada.

-Explícanos algunos detalles sobre tu proceso creativo. ¿Escribes a mano o de frente en computadora? ¿Cómo surgen los poemas en ti, empiezan con el primer verso, con una imagen, un tema específico?

A lo que ya dije, añadiré simplemente que escribo en mi laptop, la mayoría de las veces, pero también en libretas, que tengo cerca de mí. Lo fundamental de un poema, pero también de un cuento o de una novela, es el sonido. El sonido tal vez sea la forma en que el tiempo se materializa en las palabras; éstas nos sorprenden siempre con su propia matemática. 

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