José Miguel Herbozo: “Se debe dejar de saquear las épocas históricas para robustecer artefactos y carreras que de otra manera serían irrelevantes. Eso se ha hecho en poesía, narrativa, crítica e industria editorial con el conflicto armado interno.”

29.05.2020

CICLO DE ENTREVISTAS "CUARENTENA POÉTICA"

Por Víctor Coral.



-Muchos poetas suelen tener una imagen poética primera, algo así como el primer recuerdo relacionado con la poesía, un escenario poético, una visión... De tenerla, ¿cuál es la tuya?

No sé si sea una primera imagen poética, pero algunas experiencias podrían cumplir esa función. Tengo el recuerdo de los colores de los campos tras el escampe en la entrada a Tarma en 2002, y de ver a mi padre pescando en playas o ríos. Tal vez la que ha sido decisiva para la escritura de Las ilusiones es el reflejo del sol contra la corriente del rio al atardecer cuando vivía en Boulder, Colorado. En el otoño, el sol genera un brillo distinto sobre las hojas muertas del arroyo que cruza la ciudad y viene desde las montañas.

-Cómo fue el proceso de escritura de tu primer libro? ¿Publicaste poemas en revistas previamente? ¿Cómo lo financiaste?

Publique Catedral con Estruendomudo en 2005, aunque mi primera publicación es la plaqueta Acto de rito, que apareció en 2003 con la Colección Underwood que dirigía Ricardo Sumalavia, que aparecía en un papel marfileño doblado dos veces, como en las revistas de Magda Portal. Las primeras versiones de los poemas de Catedral las escribí en 2003, antes de los textos de la plaqueta. Después de haber estado unos años intentando escribir poemas sin mayor plan, para 2003 me propuse reunir material para un primer libro, motivado por una lectura de un fragmento de la historia del arte de Arnold Hauser sobre la catedral gótica, que me hizo pensar en cómo la historia de los edificios es la de los usos humanos. También me atraía la presencia de la espiritualidad y la metafísica en lo social. Escribir con un objetivo trazado previamente me dio paciencia y norte para corregir el libro sin desesperarme.

Cuando Álvaro Lasso inicia Estruendomudo en 2005, había un entorno que formaba el periódico de poesía Odumodneurtse! desde 2003, consumando proyectos de edición de narrativa y poesía que dieron forma a la primera época de la editorial. En medio de un círculo muy dinámico, en el que era habitual leer poemas en distintos espacios culturales y universidades, la afinidad con Lasso, Luis Hernán Castañeda, Carlos Gallardo y otros amigos hizo que viera Estruendomudo como el lugar natural para mi libro. Para hacerlo posible, Lasso sugirió que vendiéramos bonos de prepublicación a familiares y amigos. El editor fue Manuel Fernández, y como fue el caso de muchos libros fuera de Estruendomudo, el diagramador fue Rodolfo Loyola y el impresor Aldo Ocaña.

-¿Qué opinas de los concursos de poesía? ¿Participas de ellos? ¿Crees que es esencial para hacer lo que llaman una "carrera poética"?

Creo que los concursos pueden ayudar a darle una orientación a la escritura al organizar los tiempos de trabajo. Cuando se obtiene un premio o una mención, pienso que ocurre, como dijo Bioy Casares, que dejan la sensación de que uno ha sido favorecido. Sin embargo, después de unas cuantas veces lo que sigue es una adicción a la sensación de que se es favorecido que ya me parece menos vinculada a la literatura. He mandado manuscritos a cuatro concursos, el primero de ellos en el 2001 y el último en 2007. Nunca me apuré, sin embargo, en escribir para mandar nada a ninguna parte, porque creo que los procesos de los libros deben respetarse, sin que ello signifique no tener una disciplina de trabajo. Con Los ríos en invierno y el Premio PUCP, del que fueron jurado Marco Martos, Ricardo Silva Santisteban y José Watanabe, me pasó que, al haber iniciado el libro en 2004, pude hacer el envío sin alterar mi proceso creativo. Entonces decidí no volver a enviar material a concurso alguno.

No creo que los premios automáticamente decidan la recepción de los libros, promuevan la lectura o democraticen el canon, pues pueden robustecer los vicios e intereses de unos pocos actores. En ese sentido, me parece irrefutable la queja de autores que no son de Lima y que encuentran mayores dificultades para difundir su trabajo en comparación con los limeños. Y ya instalados en Lima, más que la paradoja del Copé de la que habla Mateo Díaz, me parece decisiva la tendencia de distintos sectores -de conservadores a progresistas- del campo literario peruano a hacer de cuenta que hay agentes que no existen y ser incapaz de sustentar no solo las omisiones, sino también el status quo. En un contexto en el que las ventas de la FIL, las reseñas de José Carlos Yrigoyen, el premio Luces, y el HAY Festival establecen una valoración interesada, que guarda silencio sobre un sinnúmero de otras actividades y tiene por luminarias a las mismas promesas de cincuenta o sesenta años que siguen sin entregar un libro considerable, el capital simbólico de los premios es desactivado para mantener lo que hay, extinguiendo la democratización de las estéticas y los puntos de vista. A la arbitrariedad de la valoración y la ineficacia de los premios hay que añadir la ausencia de respaldo desde el consumo. Por más que estemos en crisis ahora, los libros de poesía y ficción nunca se vendieron, y la fuente de ingresos está en el dinero transnacional, estatal o en el sobreprecio pagado por los propios autores para imprimir su trabajo, y no en un consumo efectivo del libro salvo en contadas excepciones.

-En términos generales, desde la segunda mitad del siglo veinte la gran influencia de la poesía latinoamericana se desplazó de la poesía española hacia los clásicos del idioma inglés (Eliot, Pound, otros). ¿Cuáles crees que son las influencias actuales?

Hay una influencia de manifestaciones contemporáneas de la cultura popular que convive con el mismo núcleo al que creo haces referencia. En esa canalización del pop reciente y el de otras épocas, veo convivir distintas lineas identitarias que escriben desde la modernidad urbana y la migración que al menos son mas responsables con sus taras y limitaciones que sus predecesores. Los materiales siguen siendo los mismos, aunque la tarea, que me parece está en capturar la novedad del cambio de época, todavía está esperando ser abordada en y desde distintas expresiones.

Pese a lo anterior, me parece equívoco hablar de unos clásicos del idioma inglés o de una polarización que suponga una influencia continua del inglés, o un momento previo en el que solo hubo influencia de la poesía española o la poesía en español. Basta mirar la poesía de Adán, Cisneros, Eielson, Moro, Hidalgo, Oquendo, Peralta, Portal, Sologuren, Vallejo, Varela, Watanabe, Westphalen y otros para confirmar que eso nunca ha sido así. No hay poesía moderna en América Latina sin la influencia de cánones del inglés y otros idiomas que llegan por traducción. Si bien la influencia de la poesía española en la tradición peruana es considerable, no llega a ser predominante, como se puede comprobar desde González Prada o Eguren. Creo que esa polarización no existe en la escritura y la lectura atenta la va a desbaratar. En parte, esto parece resultado de un exceso de amor propio que aparece en manifiestos y entrevistas a poetas de distintas generaciones desde los 60. De ella surgen fantasías como la supuesta especificidad de lo conversacional en poesía, que no es distinta de la definición de la lírica o la tradición narrativa en el poema, que existe desde antes de la modernidad. Ello es resultado parcial de otro mal hábito del comentario cultural y de la crítica misma, que consiste en leer el texto como consumación de las intenciones del autor en vez de comprobar si los textos hacen lo que dicen sus autores.

-¿Cuáles son para ti los poetas vivos más importantes de tu país y por qué?

Carlos Germán Belli me parece el poeta vivo más importante de la poesía peruana, y también uno de los peor leídos, pues se le reduce al entretenimiento prosódico y retórico de las sextinas -como si a eso se redujeran, y como si eso fuera poco-, olvidando las contribuciones de sus primeros libros.

-¿Qué opinas de las opciones poéticas metaescriturales, digamos poesía sonora, poesía visual, etc?

Que son caminos y vías de creación respetables. Pueden ofrecer soluciones y caminos revitalizadores e inéditos, pero como existen desde hace muchos años y se han practicado más de lo que se quiere recordar, su producción debe contextualizarse más allá del afán personal y sin privilegiar los soportes. Eso es reproducir desde adentro del campo literario el privilegio de la narrativa sobre la poesía y la dramaturgia, que me parece, en base a la originalidad artística, el impacto social y el volumen de ventas de las últimas décadas, carece de todo sustento.

-En tu opinión, ¿cuál es la relación entre el poeta y el ejercicio de la crítica literaria? ¿Crees que la mirada crítica es importante para el poeta de hoy?

Creo, como George Steiner, que la crítica es una actividad parasitaria de la literatura, pues sin literatura no hay crítica. También creo que la crítica no es solo actividad de los críticos, periodistas, libreros y escritores, sino también de los lectores. En ese sentido hay una dimensión penosa, común a gran parte del circuito del libro y enraizada en el sentido común, por el cual hay que escribir ligero y breve, y no hay que hablar de nada a profundidad, asumiendo la ironía no como desfase entre enunciado y evento, sino como renuncia a la responsabilidad por lo enunciado, una lección que flota en el medio desde los años 80. Por otra parte, existen diferentes tradiciones del texto sectario que no permiten romper la división de saberes que vuelve a la literatura "inútil". La peor de ellas es la de la literatura legible. Tengo la esperanza de que la pandemia sea una oportunidad para que todos los agentes del campo cultural se replanteen las cosas.

Algo que me parece penoso del campo literario es la proliferación de la megalomanía cuando escritores, academias, sectores periodísticos y trabajadores del negocio del libro miran al artista por encima del hombro a pesar de que sus trabajos no existirían sin el de predecesores o contemporáneos. En poesía, queda que esta demuestre su valía desde sus propias armas textuales, y no desde el sentimiento de superioridad del artista, contra el cual me parece hay que ser crítico. El trabajo del arte me parece más o menos el mismo de todas las épocas: preguntarse por la condición humana en este momento histórico, y ponderar sus excesos y carencias haciendo un balance ente tradición e innovación.

La crítica que contextualiza la producción me parece urgente; la que vincula formas expresivas y circunstancias históricas, necesaria; la crítica que acerca las expresiones de distintos medios y espacios, fundamental. Tanto en la creación como en la crítica se debe dejar de saquear las épocas históricas para robustecer artefactos y carreras que de otra manera serían irrelevantes. Eso se ha hecho en poesía, narrativa, crítica e industria editorial con el conflicto armado interno, sobre el cual se llevan escribiendo mensajes redundantes desde y sobre puntos de vista privilegiados, haciendo caso omiso a las razones históricas de problemas harto manoseados y poco comprendidos, mientras los libros siguen sin ocuparse de y llegar a donde tampoco llegaban antes.

-Internet ha propiciado o, por lo menos, ha revelado una difusión y práctica inusitada de la poesía. Cada vez hay más poetas en todos lados y ya casi se pierde en el relativismo el ejercicio poético. ¿Crees que no se puede decir a nadie que no es poeta o consideras necesario establecer un rasero, un parámetro?

No considero que exista un parámetro inamovible ni una sola poética que constituya la verdad final del arte ni de nada. La democratización de la expresión siempre trae más beneficios que problemas, y la exposición de más poetas y poéticas me parece saludable porque amplía el campo literario al llegar a nuevos públicos. Incluso el criticable poema de fórmula sentimental español permite llegar a nuevos públicos, aunque ya se verá qué de ello va a quedar. En un momento de gravitación transnacional como este, internet viene propiciando una relativa descentralización de los lugares de enunciación y el acceso a la expresión de autores que tienen en el costo y la circulación amañada del libro impreso un obstáculo difícil de sortear. Por otra parte, a más producción literaria hay más trabajo para la critica y los lectores. Lo que se tiene que imponer se impondrá, o no, o luego será valorado en su justa medida, o no. Como todo lo impreso y lo publicado, los textos de internet son mensajes en botella puestos al mar, y llegarán a distintos destinos sin importar voluntades, arreglos o empeños.

-¿Cuánto tiempo dedicas a la escritura y a la lectura? ¿Los practicas diariamente o te sometes a los dictados de la inspiración?

Generalmente dedico los sábados por la mañana, y los días de semana lo hago por las tardes o las noches. Suelo alternar dos o tres horas, dos o tres veces por semana. No me cierro con un horario establecido, pero sí intento ser constante con los intervalos de tiempo anteriores. Corrijo bastante, aunque algunos poemas publicados me han salido de un tirón. Eso no significa que no los someta a la posibilidad de corregir. También necesito leer mucho y traducir para despejar mi cabeza del trabajo académico y de enseñanza.

-Explícanos algunos detalles sobre tu proceso creativo. ¿Escribes a mano o de frente en computadora? ¿Cómo surgen los poemas en ti, empiezan con el primer verso, con una imagen, un tema específico?

Anoto alguna idea o imagen de una lectura, una película, una conversación, tras revisar cuadros, escuchar música, correr o viajar. A veces escribo una primera versión de extensión variable. Vuelvo a revisar el texto, intento sistematizar en esa revisión lo que hice. Si no se termina, dejo el texto unos días o semanas antes de retomarlo. Tanto en las playas de Lima o por casa de mis padres en Surco viejo, antes de salir del Perú, y estos últimos diez años en dos ciudades de Colorado, correr ha sido una manera de mirar el mundo con otros ojos, y tomar distancia de lo que he escrito y volver al proceso más descansado. Para hacer un libro tiendo a organizarlo en secciones que escribo según las ideas activan una disposición creativa. No es un proceso solo racional o intuitivo. A veces hay que investigar o aprender cosas para poder escribir. Pero un texto se inicia y se reposa. Mucho termina en ejercicios de escritura que no voy a publicar. Eso es la mayor parte de lo que escribo. Ahora que trabajo en Huamanga, un poema de quince partes que cuenta una historia familiar ficticia, el factor diseño me permite escribir y corregir con un propósito dado.

Finalmente, traducir me permite experimentar en la escritura la sensación de ser otro autor sin involucrarme como en mis propios poemas. Empecé a hacerlo al llegar a Boulder en 2010 sin intención editorial, con poemas de Adrienne Rich y Philip Levine. Recién pensé en publicar traducciones cuando conocí a Miluska Benavides en 2014, y fui canalizando su publicación vía Abelardo Oquendo en Hueso Húmero y Julio Isla en Lucerna. Sigo viendo la traducción literaria como una actividad complementaria de mi escritura y una forma de poner en circulación material de acceso restringido e innecesariamente elitizado.


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