JUAN JOSÉ RODINÁS: "Mucha de la crítica que aparece en los periódicos e, inclusive en revistas, es esencialmente un arbitrario gesto de relaciones públicas para encumbrar o deslegitimar"
CICLO DE ENTREVISTAS "CUARENTENA POÉTICA"
Por Víctor Coral.
-Muchos poetas suelen tener una imagen poética primera. Algo así como el primer recuerdo relacionado con la poesía, un escenario poético, una visión... ¿de tenerla, cuál es la tuya?
No estoy seguro de ello, pero creo que la primera vez que tuve ese tipo de sensación que los filósofos llamarían numénica fue al destapar una lata de refresco en un viaje a Venezuela cuando tenía tres años. Recuerdo sentir el líquido frío de la bebida en mi garganta en un autobús atestado de gente. O descubrir los imanes que unían las articulaciones de unos robots que me regaló en Machala mi mamá cuando tenía cuatro años (cuando ella tenía pensado que nos radicaríamos allí). Además me fascinaban los tréboles, los dientes de león y las abejas que había en el jardín de la casa que arrendaban mis abuelos -donde viví durante un período de seis años- en un barrio de los extramuros de Quito.
-Cómo fue el proceso de escritura de tu primer libro. Publicaste poemas en revistas previamente, cómo lo financiaste.
En Ecuador, los libros suelen ser financiados por los autores o por el Estado (a través de universidades, municipios, Casa de la Cultura, Ministerios, etcétera). En ese sentido, no es raro que yo me haya costeado la primera edición de mi libro. Pero vale la pena retroceder un poco. Yo escribía textos desde mi adolescencia. Cuentos, poemas, textos semejantes a diarios con dibujos. Incluso fui tallerista del escritor Abdón Ubidia. A su taller en la oficina de la editorial El Conejo yo solía llevar cuentos fantásticos y de humor negro que por aquel entonces llamaron la atención del poeta Ramiro Oviedo. En esa misma época de fervor también quise inscribirme en el taller de poesía de la Casa de la Cultura, pero solo me encontré con el director del taller de cuento. Él leyó esos poemas lacónicos, y me dijo para mi sorpresa que ya estaban listos para publicarse. En mi ingenuidad de post-adolescente lo creí y terminé costeando la edición de una plaqueta que, a pesar de sus defectos, tiene algún feeling y una delicadeza sicológica que, cuando se ha perdido en mí, he tratado de recuperarla. Varios de esos poemas salieron en revistas que yo entonces percibía como antagónicas (como País Secreto yLetras del Ecuador, y después me di cuenta que sus antagonismos eran más personales que estéticos, más políticos que literarios). Luego de eso costeé alguno de mis libros posteriores y otros tantos se publicaron por la intervención de alguna editorial que me pidió un libro (sucede, puedo asegurarlo), y últimamente por los concursos.
-¿Qué opinas de los concursos de poesía? ¿Participas de ellos? ¿Crees que es esencial para hacer lo que llaman una "carrera poética"?
He participado en muchos, he quedado finalista de varios y he ganado algunos aparentemente importantes. Sin embargo, creo que lo más significativo es lo que visibilizan. Estoy conforme con los libros míos que han ganado algún premio (creo que todos ellos lo merecían en alguna medida), pero estoy mucho más contento con los últimos tres, premiados en España, en Cuba y en Ecuador, porque creo que logré en ellos una síntesis de tradición y experimentación que, aunque dialoga mucho con la poesía inglesa o escocesa de autores como Burnside o Paterson, también tiene cosas muy sudamericanas. Lo que me alegra es que se haya premiado eso.
-En términos generales, desde la segunda mitad del siglo veinte la gran influencia de la poesía latinoamericana se desplazó de la poesía española hacia los clásicos del idioma inglés (Eliot, Pound, otros). ¿Cuáles crees que son las influencias actuales?
Cuando comencé a escribir, en Ecuador se leía mucha poesía francesa de sesgo intelectual (Mallarmé, Bonnefoy, Du Bouchet) o cercana a eso (Valente, Gamoneda, Cadenas). Luego se leyó mucha poesía experimental latinoamericana (Zurita, Verástegui, Milán). Ambas vertientes me influenciaron en distintos momentos. Ahora creo que los jóvenes leen cosas cercanas a la poesía de la experiencia y vertientes excéntricas de la antipoesía. En mi caso, la única constante fuerte ha sido la poesía en lengua inglesa, comenzando con Wallace Stevens hasta llegar a poetas como Merwin, Robert Pinsky o Simon Armitage.
-¿Cuáles son para ti los poetas vivos más importantes de tu país y por qué?
No creo en el poeta como una entidad mayestática, no me convence esa imagen. Creo que, si bien existen jerarquías, esas jerarquías ya no tienen la rigidez, estabilidad, incontestabilidad y perdurabilidad que tenían en el pasado, entre otras cosas por el reducido interés que tienen los espacios académicos y periodísticos en la cultura letrada y en la figura del autor. Además, para medir el talento objetivamente habría que ser neurocientífico y así determinar la inteligencia sinestésica de cada poeta ecuatoriano vivo. Lo demás es autofiguración (y fe). Por eso, para responder a tu pregunta te daré algunos nombres de libros que me gustaron cuando los leí porque logro ver en ellos una inteligencia estética manifestándose sus más altas posibilidades. Así, pienso en Aviso a los navegantes de Jorge Martillo, en Tabla de mareas de Roy Sigüenza, en Cuadernos de Godric de Mario Campaña, en El color de la granada de Carla Badillo, en Te perderá la carne de Cristóbal Zapata, en La ruta de la ceniza de Gabriela Vargas. Podrían ser otros, pero esos son los que vinieron a mí mente este momento.
-¿Qué opinas de las opciones poéticas metaescriturales, digamos poesía sonora, poesía visual, etc?
Creo que hay que distinguir la poesía como género literario y como experiencia fenomenológica, espiritual, sinestésica. Muchas cosas pueden hacernos sentir intensamente, pero la poesía como género busca integrar el canto y el lenguaje sobre el papel. Entre más se aleja de esa premisa, la poesía se aproxima al arte conceptual, que puede conmover o no, pero juega con otras reglas. Y se beneficia de otras rupturas. Yo escribí un libro que se llama Estereozen, que es poesía y arte conceptual (no sé si en pugna o en diálogo convergente). Quizás el problema con pensar que un soneto de Quevedo y un poema de Kenneth Goldsmith juegan en la misma cancha es que creo que ya no pertenecen a la misma familia de objetos estéticos. No se puede comparar un gramófono con una pantalla cinematográfica. Es injusto e impreciso. De paso debo decir que me intriga la ilusión de originalidad absoluta que muchos autores tienen sobre su obra: quizás es desconocimiento (o un hacerse de la vista gorda) frente a la obra de Mallarmé, Apollinaire, Desnos, Isou, los concretistas brasileños, Robert Duncan, David Antin, Tarkos, Perlongher, etcétera. Ahora bien, me interesa la experimentación que trabaja con la conciencia de estar mezclando materiales y estilos no originales en una nueva mezcla no original (especialmente cuando hay ironía), pero singular en su despliegue afectivo, espiritual. En particular, hoy defiendo para mí la posibilidad de crear poemas aparentemente convencionales, pero que subviertan los códigos de manera subrepticia, como de incógnitos.
-En tu opinión cuál es la relación entre el poeta y el ejercicio de la crítica literaria. ¿Crees que la mirada crítica es importante para el poeta de hoy?
Yo escribo sobre libros que me gustan, pero cada vez lo hago menos. Lo que sí he hecho es escribir tesis sobre autores que me gustan o interesan intelectualmente como Carvajal, Milán. Sin embargo, me parece que mucha de la crítica que aparece en los periódicos e, inclusive en revistas, es esencialmente un arbitrario gesto de relaciones públicas para encumbrar o deslegitimar. No le hallo la gracia.
-Internet ha propiciado o, por lo menos, ha revelado una difusión y práctica inusitada de la poesía. Cada vez hay más poetas en todos lados y ya casi se pierde en el relativismo el ejercicio poético. ¿Crees que no se puede decir a nadie que no es poeta o consideras necesario establecer un rasero, un parámetro?
Todos podemos escribir un poema, pero no todos podemos escribir un poema memorable. Hay que darse cuenta si uno tiene una capacidad de traducir imágenes en palabras, de encontrar giros conceptuales en el lenguaje cotidiano, un oído inconscientemente refinado, etcétera. Si uno no tiene ninguna de estas cualidades, quizás es mejor dejarlo. O tener buenas relaciones públicas y crear tu corte de aduladores. Eso también sirve. Un poco más en serio, creo que la gente que quiere dejar algo valioso (en su violencia, en su delicadeza) debe darse cuenta de cuál es su don más natural para escribir (en el cual puede confiar) y en cuáles otras debilidades debe trabajar. Por otro lado, me parece sumamente pretencioso decirle a alguien que no es poeta. Que escriba todo el mundo. Cuando estemos muertos, quedará lo que deba quedar.
-¿Cuánto tiempo dedicas a la escritura y a la lectura? ¿Los practicas diariamente o te sometes a los dictados de la inspiración?
Antes, muchísimo, hoy bastante menos. Lo curioso es que las ideas que hoy me visitan suelen ser, en general, más personales.
-Explícanos algunos detalles sobre tu proceso creativo. ¿Escribes a mano o de frente en computadora? ¿Cómo surgen los poemas en ti, empiezan con el primer verso, con una imagen, un tema específico?
Inicia con una nota en una libreta, en el celular, en un papel cualquiera. Luego hago una impresión en papel y corrijo.