Luis Eduardo García: “La crítica ha desaparecido de los medios. Lo que queda es la crítica académica, pero esta parece haberse puesto de espaldas al gran público y se consume en su hermetismo.”
CICLO DE ENTREVISTAS "CUARENTENA POÉTICA"
Por Víctor Coral.
-Muchos poetas suelen tener una imagen poética primera. Algo así como el primer recuerdo relacionado con la poesía, un escenario poético, una visión... De tenerla, ¿cuál es la tuya?
Mi primer recuerdo con la poesía es una sensación de posesión: algo había entrado en mí y había invadido mi cuerpo y mi mente. Al principio, yo no sabía de lo que se trataba, después entendí que la poesía consiste en buena cuenta en sacarse esa enfermedad invasiva y volver lo insignificante en significativo. La primera vez que sentí esa invasión andaba como desorientado, sin saber bien qué hacer; después di el paso siguiente: escribir; es decir, capturar, organizar en el lenguaje esa experiencia de infinitud que tanto nos desconcierta la primera vez.
-Cómo fue el proceso de escritura de tu primer libro. Publicaste poemas en revistas previamente, cómo lo financiaste.
Publiqué primero poemas sueltos en revistas y plaquetas. Después me propuse escribir un libro orgánico, uno que recogiera mi desconcierto juvenil. Cuando tenía veinte años estaba muy afectado por la realidad sombría que vivía el Perú y padecía una crisis existencial muy aguda. Entonces leía a Jorge Luis Borges, a Juan Gonzalo Rose, a Edgard Lee Masters, a Cesare Pavese y a César Vallejo. El libro se llamó Dialogando el extravío y ganó en 1985 el VI Concurso El poeta joven del Perú. La edición de 500 ejemplares la pagaron un amigo y una tía.
-¿Qué opinas de los concursos de poesía? ¿Participas de ellos? ¿Crees que es esencial para hacer lo que llaman una "carrera poética"?
Una "carrera poética" no se hace ganando concursos de poesía. Los concursos no definen la calidad de un poeta, pero sí pueden torcer su suerte. Me refiero a las oportunidades que se abren para el futuro. Yo he ganado algunos concursos, pero no he organizado mi vocación poética en torno a ellos. Los concursos son muy atractivos cuando uno es muy joven y el imán de la fama, la lisonja y los premios nos atraen. No es esencial, pero no veo mal que un joven se gane el Copé o algo por el estilo. Sin duda es un aliciente, siempre y cuando teme conciencia que es un aliciente y nada más. La poesía y los concursos caminan por cuerdas separadas.
-En términos generales, desde la segunda mitad del siglo veinte la gran influencia de la poesía latinoamericana se desplazó de la poesía española hacia los clásicos del idioma inglés (Eliot, Pound, otros). ¿Cuáles crees que son las influencias actuales?
El mundo era antes un centro y una periferia perfectamente reconocibles. Occidente tenía como centro a Europa y la periferia estaba compuesta por Latinoamérica y otras zonas culturalmente pobres del mundo. En medio de estas condiciones se desarrolló la poesía de habla española. Ahora, el mundo global tiene varios centros y varias periferias y, por lo mismo, no hay un único centro reconocible, tampoco una sola periferia. Los poetas latinoamericanos se nutren ahora de varias tradiciones. En mi caso yo leí mucho en los ochenta a T.S. Eliot, a Ezra Pound y a los beatniks, pero ahora estoy concentrado en aprender y leer de los poetas de otras tradiciones, entre ellos a poetas rumanos y polacos. Yo diría que mis principales referentes son ahora Wisława Szymborska e Zbigniew Herbert. Pero debo advertir que mis filiaciones más profundas han sido siempre con Fernando Pessoa, Roberto Juarroz y César Vallejo.
-¿Cuáles son para ti los poetas vivos más importantes de tu país y por qué?
Es muy difícil responder esto. A veces siento que los muertos están más vivos que los vivos. Me parece que entre los más importantes están Marco Martos, Mario Montalbetti y Antonio Cillóniz, por su persistencia, por su permanente novedad y por su manejo del lenguaje. Quizás soy injusto y haya otras voces que reclaman este mismo privilegio. pero son los primeros que me vienen a la mente; será por algo.
-¿Qué opinas de las opciones poéticas metaescriturales, digamos poesía sonora, poesía visual, etc?
Para Fernández Mallo, en la poesía escrita contemporánea todavía no se ha producido un cambio de paradigma, a diferencia de las artes plásticas o la música, donde desde hace algún tiempo la ciencia y la tecnología han potenciado las posibilidades comunicativas de ambas. En la poesía que él llama "ortodoxa" los recursos expresivos más se han anquilosado y congelado en el pasado. Lo que propone es que la poesía comience un proceso de desconstrucción, de cambio radical de sentido, puesto que se trata de la única disciplina artística que todavía no lo ha hecho. Este fenómeno se conoce como el salto de la modernidad a la posmodernidad. La vía para recuperar a los lectores y el prestigio social perdidos no pasa por matar a la poesía escrita, sino en rescatar lo mejor de esta, incorporar las posibilidades expresivas que ofrecen, por ejemplo, Internet, las redes sociales y los medios audiovisuales, así como buscar la colaboración (como antes lo hicieron las vanguardias o "ismos" de comienzos del siglo XX) con medios más convencionales como las artes plásticas, la arquitectura, el cine y la televisión. La postpoética sería, por esto, una estrategia para garantizar la existencia de la poesía y una nueva poética inspirada en el lenguaje e imágenes las nuevas tecnologías que gobiernan el mundo.
-En tu opinión cuál es la relación entre el poeta y el ejercicio de la crítica literaria. ¿Crees que la mirada crítica es importante para el poeta de hoy?
La poesía, como la literatura en general, necesita de una orientación y esta orientación la tiene la mirada crítica. El problema es quién, cuándo, cómo y dónde se ejerce la crítica. La crítica ha desaparecido, salvo uno o dos honrosas excepciones, de los medios. Lo que queda es la crítica académica, pero esta parece haberse puesto de espaldas al gran público y se consume en su hermetismo. Carecemos de un centro orientador, de un faro que nos diga qué se está haciendo bien o mal. Sin crítica constante y abierta no hay polémica y esto resulta muy aburrido para la riqueza de la poesía.
-Internet ha propiciado o, por lo menos, ha revelado una difusión y práctica inusitada de la poesía. Cada vez hay más poetas en todos lados y ya casi se pierde en el relativismo el ejercicio poético. ¿Crees que no se puede decir a nadie que no es poeta o consideras necesario establecer un rasero, un parámetro?
Con o sin Internet seguimos teniendo la misma cantidad de poetas de siempre. Lo que hay ahora es más oportunidad para el exhibicionismo, nada más. Entonces hay gente que escribe verdadera poesía y otra que hace excelentes artefactos poéticos. Pero de esa clasificación se encargan mejor el tiempo y los que saben, los que ejercen la crítica orientadora.
-¿Cuánto tiempo dedicas a la escritura y a la lectura? ¿Los practicas diariamente o te sometes a los dictados de la inspiración?
Leo y escribo todos los días en los espacios que me dejan el trabajo y mis responsabilidades de padre. Tengo una disciplina a partir de estas limitaciones. Yo aspiro, como Newton, a que la inspiración o el azar me encuentren trabajando.
-Explícanos algunos detalles sobre tu proceso creativo. ¿Escribes a mano o de frente en computadora? ¿Cómo surgen los poemas en ti, empiezan con el primer verso, con una imagen, un tema específico?
No tengo un método único de trabajo o una receta infalible. Escribo, por lo general, en la computadora y luego corrijo a mano. Me encanta corregir a mano, es como un reencuentro con la parte más íntima de la escritura. Escribo a partir de imágenes, de sonidos, de observaciones y también de experiencias más banales y cotidianas.
-Si quieres puedes compartir un poema inédito.
MONÓLOGO DEL FANTASMA
Nuestras pobres e inútiles vidas
son como una gran pregunta que no tiene respuestas,
aunque sí más preguntas que se suceden unas a otras,
interminables,
como moscas alrededor de la inexistencia,
como nubes a punto de evaporarse
en la lluvia ácida del presente continuo.
¿Qué somos, que hemos sido,
qué jirones de nuestra alma
se han quedado entre dientes de caníbales,
entre grietas por donde no entre la luz del sol
o entre cerraduras por donde se va a ninguna parte?
¿En qué lugar, solo y metafísico, idéntico a mí,
como quería el maestro portugués,
yazgo con el ciento por ciento de mi desigual humanidad?
¿De quién es este cuerpo
por dónde circulan ríos de sangre sin procedencia conocida,
se hacinan pedazos de huesos y músculos sin dueño legítimo
y se pudren intestinos
a los que nunca llegaron bocados exquisitos?
¿Qué ha sido de mí?
¿Qué me justifica,
qué fuerza moral me ha hecho lugar en este hueco fantasmal
donde me caigo y me levanto todos los días de mi vida,
quiero decir de mi existencia,
quiero decir de mi finitud,
quiero decir de mi vacío?
Me veo como se ve un fantasma ante un espejo
o como un espejo ante un fantasma.
Interrogo a las nubes, al viento,
a las pálidas farolas de la ciudad,
a las sombras intermitentes de la noche,
a los transeúntes heridos,
a las huellas que no dejan rastro
y siempre me lleno de preguntas y más preguntas.
¿Cuál es la pregunta perfecta
para que las preguntas sigan siendo preguntas?
¿Es que de tanto preguntar me he cansado de mí,
me he olvidado de mi fragilidad de fantasma
y me he quedado a la deriva,
embutido en mi traje de siempre,
donde habito hace cien o mil años
sin aceptar mi condición de desaparecido,
de NN, de mudo con palabras,
de siquiatra enloquecido,
de mentor de sus propias causas perdidas?