MERCEDES ROFFÉ: “Me parece fundamental la mirada crítica del o la poeta, o del o la creador/a en general sobre su propia obra. La mirada crítica inmediata que nos hace capaces de corregir y mejorar el poema”

11.05.2020

CICLO DE ENTREVISTAS "CUARENTENA POÉTICA"

Por Víctor Coral


-Muchos poetas suelen tener una imagen poética primera. Algo así como el primer recuerdo relacionado con la poesía, un escenario poético, una visión... ¿de tenerla, cuál es la tuya?

Es algo sobre lo que me da un poco de pudor volver, porque ya lo he referido en otros lados, a raíz de otras preguntas. Yo tenía 7 años. Recuerdo el placer de sentarme bajo la lámpara de luz cálida, como lo haría después a lo largo de mi vida, y escribir estrofa tras estrofa un poema que hablaba de una paloma que me llevaba a la escuela. Quiero pensar que la "escuela" era, en esos versos, algo no muy distinto de la "poesía", de la "literatura" en el mejor sentido. Mis padres lo leyeron esa misma noche, lo celebraron y no sé qué hicieron ellos después, que terminé leyendo el poema en una fiesta escolar en la que muchas señoras mayores (debían de tener entre 30 y 35 años) me auguraron un gran futuro. No entendí en absoluto a qué se referían. Pero debió de ser un shock, porque luego no recuerdo volver a escribir nada hasta empezar el secundario, que fue cuando empezamos a leer literatura: los romances viejos tuvieron un efecto impresionante sobre mí. Otro descubrimiento sublime fue leer La vida es sueño, solo dos años después. Y la poesía española y latinoamericana en los dos cursos restantes: desde el Cántico de San Juan al Nocturno de José Asunción Silva. Pero, como te digo, el primer recuerdo es el de esa noche de mi infancia, apartada del cuarto donde charlaba mi familia, escribiendo ese poema. Una experiencia fundante.

-¿Cómo fue el proceso de escritura de tu primer libro? ¿Publicaste poemas en revistas previamente? ¿cómo lo financiaste?

A principios de los años 70 empezaron a abrirse en Buenos Aires los primeros "talleres literarios" -así se llamaban entonces. En el año '72 me anoté en un taller de ensayo. En el '73 me atreví a anotarme en uno de poesía. Tuve la suerte que el segundo coordinador de esos talleres fuera el poeta Ángel Leyva, actualmente radicado en Sevilla. Con él vivimos nuestros primeros pasos en la poesía -él había publicado ya dos magníficos libros de poemas en la Editorial Losada, que por entonces apenas publicaba poesía argentina. Con él también vivimos todo lo que significó el año 73 en el Cono Sur: el golpe a Salvador Allende, el asesinato de Neruda... Al tiempo Ángel y su familia tuvieron que exiliarse. En el año '74 o '75, los estudiantes de Letras de la Universidad de Buenos Aires le pedimos a Noé Jitrik, nuestro profesor de Literatura Latinoamericana, que iniciara algún tipo de grupo para los que queríamos escribir. Noé fundó un taller que dejó a cargo de uno de sus ayudantes antes de salir él también exiliado a México. En ese taller trabajamos a partir de consignas. Aunque por supuesto, nadie mencionó a OULIPO en los dos años que los frecuenté. De algún modo, ese taller detentaba un ambiente bastante asfixiante, al menos para algunos de nosotros. Pero allí fui escribiendo mis primeros poemas a partir de consignas, semana tras semana, hasta que sentí que me era indispensable abrirme de esa mirada, esa escucha, que sentía como bastante opresiva. Así fue que armé un librito con los poemas que tenía escritos, los mandé a un concurso en España, y gané el segundo premio, que era bastante dinero. Al año siguiente salió el libro en Madrid. No me autorizaron a ponerle un título más atractivo. De modo que ese libro quedó con el insulso título de Poemas 1973-1977. Así fue como se financió mi primer libro, a través de ese premio. Y luego, claro, a partir de ahí me invitaron a publicar en varias revistas, especialmente españolas.

-¿Qué opinas de los concursos de poesía? ¿Participas de ellos? ¿Crees que es esencial para hacer lo que llaman una "carrera poética"?

La verdad es que no, no participo, a pesar de deberle a un premio mi primer libro y -más aun- una mirada que me liberó de sufrir determinadas lecturas. Pero, lamentablemente, no confío en lo que se han transformado los premios. Cuando participo como jurado, trato de que todo se mantenga en los términos más legítimos posibles. Pero a veces es difícil lograr una decisión justa cuando los miembros del jurado no han leído las obras nominadas o ni siquiera se toman el trabajo de argumentar a favor de sus propias propuestas. Ni hablar de los jurados de cinco varones y una mujer. O de cinco personas de un mismo país y una de otro.

Pero aun fuera del tema de la representación por género, que ahora se va muy lentamente superando un poco, cuesta mucho creer en un sistema cada vez más comprometido con intereses personales, o editoriales, y que no tiene ningún pudor en dejar que se sepa. En una época el Premio Adonais, en España y, en México, el Aguascalientes, eran una garantía. Si alguien obtenía alguna de esas distinciones, era un nombre y una estética que se iba a seguir apreciando por un largo futuro.

Ahora no creo que contemos con referentes tan sólidos y auspiciosos como fueron esos dos premios.

-En términos generales, desde la segunda mitad del siglo veinte la gran influencia de la poesía latinoamericana se desplazó de la poesía española hacia los clásicos del idioma inglés (Eliot, Pound, otros). ¿Cuáles crees que son las influencias actuales?

Creo que en esa genealogía falta la enorme influencia de la poesía francesa, que al menos en Argentina fue mucho mayor que la inglesa, excepto en contadísimas excepciones.

También pienso que la poesía española en los cuarenta años de franquismo no dio (o al menos no publicó) mucho que se pudiera tomar como referencia. En el 36, con Miguel Hernández, se terminaba el mundo. El magnífico Dámaso Alonso apenas si era tenido en cuenta. Y hasta Hierro y Celaya se leyeron, creo recordar, relativamente poco, hasta la época en que Latinoamérica empezó a integrarlos a sus propios poetas revolucionarios. A diferencia de aquellas décadas, las lecturas actuales son enormemente amplias y diversas. Las distancias y los idiomas se han acercado radicalmente. Tenemos acceso a muchas más poéticas, a mucho más arte, a muchas más filosofías y estéticas.

Sin embargo, lo que lamentablemente no noto es una pareja amplitud en la concepción del poema. Noto una mayor urgencia por decir lo que se quiere decir, pero no un interés similar en decidir cómo decirlo. Lo cual hace casi imposible rastrear una influencia, una genealogía, una pasión por alguna poética en particular, sea la que sea.

-¿Cuáles son para ti los poetas vivos más importantes de tu país y por qué?

Es un momento -probablemente, el primero en la historia- en que gracias a Internet y a la enorme labor de las editoriales independientes, están conviviendo cuatro o cinco generaciones de poetas en cada país, en cada latitud. Pienso que una situación tan propicia a la convivencia y las diversidades de toda índole relativiza, cuando no anula por completo, la validez de aquellos viejos parámetros como "el mejor" o "la mejor".

-¿Qué opinas de las opciones poéticas metaescriturales, digamos poesía sonora, poesía visual, etc?

Me alegra que existan pero, salvo en algún caso muy particular, como cuando forman parte de algún festival o de alguna retrospectiva importante, no las frecuento. La verdad, me haría mucho más feliz que la poesía actual atendiera al ritmo y al sonido mucho más de lo que por lo general lo hace. No que ritmo y sonido fueran una calidad aparte, independiente, como sucede en la poesía sonora.

-En tu opinión ¿cuál es la relación entre el poeta y el ejercicio de la crítica literaria. ¿Crees que la mirada crítica es importante para el poeta de hoy?

Creo que es un diálogo legítimo. Imposible no aprender de lo que la crítica (siempre que sea flexible, sólida, bien formada, bien expresada, al tanto de lo que se está haciendo en el campo y de nuestras influencias, raíces y contextos) señala como algo propio de nuestro trabajo. Ya sea para indagar un poco más en ese aspecto o para probar otros caminos.

También me parece fundamental la mirada crítica del o la poeta, o del o la creador/a en general sobre su propia obra. La mirada crítica inmediata que nos hace capaces de corregir y mejorar el poema o la obra. También la mirada crítica más mediata que nos permite apreciar y aprender de otros poetas y ser capaces de pasar de una etapa a otra a lo largo de nuestra propia trayectoria.

-Internet ha propiciado o, por lo menos, ha revelado una difusión y práctica inusitada de la poesía. Cada vez hay más poetas en todos lados y ya casi se pierde en el relativismo el ejercicio poético. ¿Crees que no se puede decir a nadie que no es poeta o consideras necesario establecer un rasero, un parámetro?

Creo que solo un ínfimo número de la gente que hoy está publicando sus textos en Internet o incluso en editoriales muy sonadas van a subsistir como poetas. Pero este fenómeno no es nuevo. ¿Cuántos poetas se incluyeron en el Cancionero de Baena? ¿Y cuántos poetas de la corte de Juan II han subsistido y seguimos valorando hoy?

-¿Cuánto tiempo dedicas a la escritura y a la lectura? ¿Los practicas diariamente o te sometes a los dictados de la inspiración?

Cada vez estoy más dedicada a la escritura, la lectura y a dibujar o pintar -un área que siempre me atrajo, pero que recién ahora está logrando que la reconozca como una segunda vocación. No solo las practico diariamente, sino todo el día. Lo que no deja de ser un privilegio logrado después de muchos años de dedicarme a otras áreas de la literatura, como la traducción y la enseñanza.

Por un lado, es verdad que desconfío mucho de los poetas que escriben bajo una disciplina, un horario. Si reservaran una pareja cantidad de horas a tirar lo que no les ha salido, creo que sería una práctica loable. Pero por lo general, la misma avidez que los lleva a escribir a destajo, les impide, creo, sacrificar a aquellos niños que les salieron defectuosos, como habría hecho un buen padre espartano. Por un lado, digo, no creo en ese tipo de disciplina, especialmente porque en materia de poesía veo que no da el mejor resultado. Pero tampoco creo que haya que esperar que la inspiración baje, como la Virgen María en los Milagros de Berceo. Creo que hay maneras de invitar a la inspiración, de tentarla un poco. O, como decía Picasso: "que la inspiración te encuentre trabajando". Lo cual, como te digo, no quiere decir, necesariamente, escribiendo. Pero sí jugando.

-Explícanos algunos detalles sobre tu proceso creativo. ¿Escribes a mano o de frente en computadora? ¿Cómo surgen los poemas en ti, empiezan con el primer verso, con una imagen, un tema específico?

Por mucho tiempo supe que el poema empezaba por un ritmo. Un ritmo del que había que adivinar, o indagar, qué palabras contenía. El poema salía del ritmo del silencio como los esclavos de Miguel Ángel salen de su trozo de piedra.

También es cierto que algo que he frecuentado mucho y que sigue siendo para mí una fuente importante de inspiración es la pintura. Mi primer libro -no el primer libro premiado en España, sino el que siempre sentí como mi "verdadero" primer libro-, que se titula El tapiz (1983) está compuesto como fragmentos de un tapiz deshilachado, deshecho, o a medio hacer. Es el primer poema ecfrástico que escribí y, como los dos poemas ecfrásticos claves en la historia de la poesía -el escudo de Aquiles en la Ilíada y la Égloga III de Garcilaso- está basado en una obra visual que, obviamente, no existe. Pero luego hubo muchos otros poemas que escribí a partir de obras visuales reales -de los Nabis, de Odilon Redon, de Remedios Varo, de Marianne von Werefkin u Olga Rozanova. Sin embargo, a pesar de ser poemas ecfrásticos, creo que mis poemas se niegan a reducirse a una mera descripción de lo que se ve en la obra. Al contrario. Por lo general, me permiten abordar algo que ya estaba en el aire, en mí o en nuestras preocupaciones como seres contemporáneos. Como ejemplo, pienso mucho en ese poema relativamente reciente, basado en una obra de Edgar Ende de 1933, que me permitió, mucho mejor que ninguna noticia actual, referirme a algo tan inminenete y tremento como es la situación de los refugiados, de los que hoy se aprestan a cruzar el mar para salvar la vida, cuando tantos de ellos no encuentran más que un final por demás inhumano.


La barca

(Edgar Ende)


Quien va hasta el fin

Quien se hunde

Quienes baten la niebla con sus alas.

*

Quien desteje los hilos de la luna

Quien remienda un zapato con su luz

Quienes protegen de la lluvia

al muerto

Quienes creen que llueve

*

Quienes se agolpan desnudos

en una balsa que boga hacia la muerte

el desdeñoso

el filósofo

el trajeado

el que tiende la mano

-para dar o pedir

(difícil discernirlo)-

el sumido en su propia orfandad

el que se moja la mano

el que indica

el que llora

el que juzga

el que pregunta

el que no logra oír


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