SANDRO CHIRI: “Aparecen ahora dos clases de ímpetu: uno nativo, que revalora e incorpora las lenguas y el pensamiento de las culturas originarias; y el otro signado por la singularidad existencial”

25.06.2020


-Muchos poetas suelen tener una imagen poética primera. Algo así como el primer recuerdo relacionado con la poesía, un escenario poético, una visión... De tenerla, ¿cuál es la tuya?

Una muchacha de blusa floreada y las axilas rasuradas pega su cuerpo al bailar conmigo y me susurra suavemente, "bésame". La poesía por entonces tenía perfume de adolescente y las tetitas duras. La sensualidad era la marca de mis primeros escarceos poéticos. Luego vinieron los años 80 y aterricé (mujer, hijos, chambas, deudas), pero la poesía jamás me abandonó.

-Cómo fue el proceso de escritura de tu primer libro. Publicaste poemas en revistas previamente, cómo lo financiaste.

La historia de siempre: el improntus, la experimentación fallida y, luego, la certeza de que si no limas sin apagar el fuego del poema, el texto no debe llamarse tal. El Patio de Letras siempre fue un espacio generoso para publicar en las revistas propias como ajenas. La primera revista en la que participé fue Juncalí (la abreviación de "De junco y capulí"), esfuerzo que realizamos Ana Mercedes Chong y Carlos Orihuela (ahora full professor en Alabama), compañeros sanmarquinos. Anita tenía los pies sobre la tierra y sabía cómo administrar todo, ella se encargó de la logística. Sacamos tres números y fue una etapa de aprendizaje. Después, en febrero de 1980, publiqué el primer número de mi revista La casa de cartón. El modesto número salió tan simpático que el maestro Willy Pinto Gamboa me dijo: "Busque publicidad, tendrá éxito". Es más, fue él quien me sugirió un par de nombres que no fallaron. Desde entonces, no hubo edición sin aviso publicitario.

-¿Qué opinas de los concursos de poesía? ¿Participas de ellos? ¿Crees que es esencial para hacer lo que llaman una "carrera poética"?

Los concursos literarios animan la vida cultural de una colectividad. Los hay "extraños" y los hay serios. Participé en "El Poeta Joven de San Marcos" (¿1981?), cuyo premio fue para Pedro Escribano; el segundo, para mí; y el tercero, para Rocío Castro Morgado. Después, participé en un par de "Copé" donde mis poemas lograron menciones honrosas. En realidad, no sé si exista "una carrera poética"; creo en cambio que existe una suerte de inclinación irrenunciable y testaruda por la literatura.

-En términos generales, desde la segunda mitad del siglo veinte la gran influencia de la poesía latinoamericana se desplazó de la poesía española hacia los clásicos del idioma inglés (Eliot, Pound, otros). ¿Cuáles crees que son las influencias actuales?

El mundo explotó con el advenimiento del nuevo milenio y en estos primeros veinte años, la marca más "nítida" de la expresión poética es la exploración continua. Y en estos afanes, las influencias del siglo XX (la hispánica y la anglosajona) no han desaparecido y siguen gozando de buena salud. Tengo la sensación de que, al lado de ellas, aparecen ahora dos clases de ímpetu: uno nativo, que revalora e incorpora las lenguas y el pensamiento de las culturas originarias; y el otro signado por la singularidad existencial que se expresa con lenguaje entrecortado, en clave o torrencial. Presiento que el siglo en que vivimos no tiene muchas salidas, como la poesía que lo pretende retratar o interpelar. Estas "nuevas formas poéticas" de inocultable malestar anímico utilizan la web como plataforma de difusión. Cada vez se publica menos en papel, y cuando se realiza, el libro de poemas tiene apenas un tiraje de 200 ejemplares destinados para los amigos y para una que otra librería donde acuden los asiduos.

-Cuáles son para ti los poetas vivos más importantes de tu país y por qué?

La categoría "poetas vivos más importantes" nunca la terminé de entender. Me gustan poemas muy puntuales. Los últimos de Carlos Germán Belli (93), por ejemplo, manifiestan curiosidad y temor frente a la muerte. Leoncio Bueno (100) se sigue preguntando por la suerte de los proles. Leopoldo Chariarse (92) tiene preocupación por el viaje de aquello que la gente llama "alma". Hildebrando Pérez Grande (79) aún cree en el amor y en la redención de los hombres. Marco Martos (77) vuelca su mirada al mundo grecolatino. Jorge Pimentel (77) arremete contra una realidad que se presenta cruel. Carmen Ollé (72) invade sus poemas de preguntas y dudas. Giovanna Pollarolo (67) deja que la sensualidad camine descalza entre sus versos. Carlos López Degregori (67) pelea con el verbo en busca de la perfección continua. Mario Montalbetti (67) tiene como bandera la sugerencia y la exploración con la lengua. Te repito, me agradan poemas aislados, solitarios, independientes, que siguen su destino sin luces ni bombos.


-¿Qué opinas de las opciones poéticas metaescriturales, digamos poesía sonora, poesía visual, etc?

Hay una crónica magnífica de José Carlos Mariátegui, fechada en Roma de 1920, donde retrata a un grupo de poetas futuristas balbuceando sílabas mientras un cuarteto de vientos los "acompaña". ¿Fueron ellos los pioneros de "la poesía sonora"? Días antes de su muerte, en 1898, Stephan Mallarmé le pidió a su hija que destruyese sus poemas concebidos sobre páginas en blanco que debían concebirse como una suerte de lienzo donde los versos, con tipografía varia, se desplazaban según el ritmo interno de las palabras para decir lo nunca dicho. ¿Eran estos el embrión de la "poesía visual"? No lo sé, pero lo cierto es que Mallarmé le dijo a su primogénita que "no hay herencia literaria en esas páginas".

-En tu opinión cuál es la relación entre el poeta y el ejercicio de la crítica literaria. ¿Crees que la mirada crítica es importante para el poeta de hoy?

La reflexión literaria ordena, ahonda, rescata, ilumina y, a su pesar, invita a seguir meditando sobre el quehacer literario. Me agradan mucho los iluminados ensayos (¿"crítica literaria"?) sobre escritores de nuestro acervo firmados por Wáshington Delgado y Luis Loayza, por ejemplo. Prosa fina y honda ponderación confluyen en esas magníficas páginas.

-Internet ha propiciado o, por lo menos, ha revelado una difusión y práctica inusitada de la poesía. Cada vez hay más poetas en todos lados y ya casi se pierde en el relativismo el ejercicio poético. ¿Crees que no se puede decir a nadie que no es poeta o consideras necesario establecer un rasero, un parámetro?

El auténtico poeta se muestra y demuestra con web o sin web. El poeta discurre y transita en el poema. Como lector de poesía, me agrada el poema que evidencia dominio del ritmo, la inserción del vocablo preciso, la reflexión sincera y el remate exacto. ¿Hay textos así en Internet? Son pocos, pero son. El ciberespacio me ha permitido encontrarme con magníficas traducciones de poetas como Umberto Saba, Eugenio Montale, Fernando Pessoa o Manuel Bandeira; y, por supuestos, con extraordinarios poemas en castellano de José Hierro, Roberto Fernández Retamar o José Emilio Pacheco.

-¿Cuánto tiempo dedicas a la escritura y a la lectura? ¿Los practicas diariamente o te sometes a los dictados de la inspiración?

Los dictados de la inspiración presuponen que el dios de las palabras toque tus sesos y corazón para que arranques. Una vez iniciada la acción, no hay retroceso. No leo lo que quisiera leer; no redacto lo que desearía escribir. El tiempo se encanalla conmigo. Soy profesor y ando inmerso en el engranaje de la profesión: clases, monografías por leer, exámenes por corregir.

-Si quieres puedes compartir un inédito.

No sé por qué soy tan cicatero con mis inéditos. No encuentro una respuesta convincente aún. Prefiero, en cambio, confesar algo: deseo que mi epitafio sean estos versos del mexicano Amado Nervo: "Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. / ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!".

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