ULISES PANIAGUA: “Un poeta debe trabajar, juzgar, destazar sus textos en la búsqueda de una obra digna; no importa si es de corte popular o académico. Si no se tiene algo qué decir, es mejor callar.”

25.04.2020

CICLO DE ENTREVISTAS "CUARENTENA POÉTICA"

Por Víctor Coral.


-Muchos poetas suelen tener una imagen poética primera. Algo así como el primer recuerdo relacionado con la poesía, un escenario poético, una visión... ¿de tenerla, cuál es la tuya?

He pensado muchas veces que la poesía es una revelación, un instante que se despliega y aloja en la memoria de manera inevitable. Milán Kundera llama a estos instantes memoria poética. Si atendemos a la poesía como revelación, recuerdo que cuando tenía diecisiete años vi a un niño a quien se le caía una naranja en la calle. La naranja rodó por la banqueta, a un costado de la avenida. Fue sólo un momento, un parpadeo casi, pero de esa visión mi mente guardó un registro, creo que para siempre.

Cuando veo la escena del caballo, la playa y las manzanas, en la película "La infancia de Iván", me siento transportado a lo que experimenté en aquellos años. Al rodar la naranja comprendí que existían instantes así, instantes detrás del instante. Esa fue mi primera revelación en torno al fenómeno poético.

-Cómo fue el proceso de escritura de tu primer libro. Publicaste poemas en revistas previamente, cómo lo financiaste.

La primera vez que publiqué, lo hice gracias a la inclusión de un amigo en el diario "El Sol de México". Era el lejano 2002. Se trató de un cuento que se titula "Coronación" (que por cierto llevaba en ese entonces un nombre ingenuo, horrible: "La abejangustia"). No existían aún las revistas digitales, así que toda publicación era impresa y motivo de alegría. Recuerdo que al cuento lo acompañaron ilustraciones muy buenas, y que ocupaba una página.

Tendrían que pasar siete años para que se publicara mi primer libro, un libro de poesía: "Del amor y otras miserias". Publicar resultó tortuoso, primero porque dudaba si el poemario estaba listo o debía seguir reescribiéndolo. Me topé con una cita de Alfonso Reyes que dice, palabras más o palabras menos, que la única razón de publicar una obra es no pasarse la vida corrigiéndola. Así que el libro se editó valiente o imprudentemente. El segundo obstáculo fue buscar editorial. Varias editoriales independientes menospreciaron o rechazaron mi trabajo. Finalmente una de ellas, "Fridaura", me aceptó. Eso sí, tuve que cubrir el tiraje de 300 ejemplares. Pagué la siguiente edición de un libro de cuentos y la mitad de mi segundo poemario. No he vuelto a poner un peso para publicar.

-¿Qué opinas de los concursos de poesía? ¿Participas de ellos? ¿Crees que es esencial para hacer lo que llaman una "carrera poética"?

En definitiva, no son esenciales. Una carrera poética, por otra parte, resulta un oxímoron. Debo reconocer que participo con poca frecuencia en los concursos, aunque lo hago. Pienso con tristeza que México es un país en el que se lee poco o mal, y que los lectores conceden demasiada importancia a los premios. Buscan tal o cual autor, o compran un libro, sólo si se menciona que el poemario fue ganador de un certamen. Ganar, en ese sentido, permite que más lectores se interesen por ti. El apoyo económico para continuar escribiendo es también importante.

Sin embargo, uno se pregunta, ¿no me estaré perdiendo conocer a un gran autor, porque no lo mencionan las instituciones o le dieron recientemente una condecoración? Es extraño, en mi caso yo obtuve el Premio Internacional de Cuento de la Fundación Gabriel García Márquez el año pasado, en Colombia. Fue una gran noticia, agradezco muchísimo el privilegio, pero en el fondo soy el mismo. Escribía y seguiré escribiendo, me otorguen o no premios. No se escribe para competir, en todo caso, la única competencia es consigo mismo. Con frecuencia cito el caso de Sor Juana Inés de la Cruz. Ella participó en un único concurso; quedó en segundo lugar. No volvió a intentarlo. Hizo bien. Sor Juana no necesitó el reconocimiento de un jurado para volverse inmortal; en cambio el mundo desconoce el nombre de quien ganó aquel día.

La poesía es, antes que nada, un asunto de revisión crítica, de compromiso literario. Los jurados tienen gustos particulares. Ganar un premio puede depender de cierta afinidad estética; lo que no determina una verdad. A un jurado que ame la obra de Dante o Catulo, tal vez le tenga sin cuidado un poema de largo aliento como "Howl", de Ginsberg. Los premios son un asunto complejo y demasiado político. La buena poesía, por fortuna, sale bien librada de tales confusiones. El tiempo es el mejor antologista, solía decir Borges.

-En términos generales, desde la segunda mitad del siglo veinte la gran influencia de la poesía latinoamericana se desplazó de la poesía española hacia los clásicos del idioma inglés (Eliot, Pound, otros). ¿Cuáles crees que son las influencias actuales?

A mí me gusta la poesía que se realiza en Medio Oriente, Oriente, incluso África. De la India, me interesa lo que escribe Sujata Bhatt. De China, Ming Di. Adonais es un poeta importante, por considerar sólo algunos nombres. Hay, desde luego, una influencia importante de la literatura norteamericana (que en gran medida es una torre de Babel); entre otras obras, de allí destacaría el ensayo y la poesía de Anne Carson. Y qué decir de lo que se escribe hoy en Perú, Chile, México y Argentina. Peri Rossi es, por cierto, digna de mención.

Me alegra darme cuenta de que, entre los nombres que cito hay muchas mujeres. Hemos comenzado a entrar, ahora sí, al siglo XXI. Hoy en día las influencias son múltiples, no las detienen las barreras sexistas o raciales. El paradigma oriental se nutre del occidental, y viceversa. Me alegra que la poesía beba de otros continentes, ello nos hace descubrir nuevas posibilidades en la metáfora, la imagen, la temática o el ritmo. Muestra también que no somos muy distintos unos de otros.

-Cuáles son para ti los poetas vivos más importantes de tu país y por qué?

Eduardo Lizalde es un referente, sin duda, alguien a quien es indispensable leer, sobre su libro "El tigre en la casa". Hay otros muy buenos y consolidados, entre ellos Jorge Fernández Granados, Mario Bojórquez, Héctor Carreto, Coral Bracho, Roberto López Moreno, A.E. Quintero, David Huerta, Luis Jorge Boone; el trabajo de ensayo de Hernán Bravo Varela. Hay también bardos jóvenes de gran talento, como Álvaro Vallarta, Mariel Damián o Elisa Díaz. Menciono algunos nombres porque el espacio aquí no da para más (espero me perdonen las buenas y buenos poetas al omitirlos u olvidarlos en este momento).

Quisiera agregar dos más, aunque de forma tramposa, porque tales escritores ya no nos acompañan en este mundo. Son, sin embargo, contemporáneos nuestros: Max Rojas, cuyo "Turno del aullante" es un clásico de la literatura mexicana; y Saúl Ibargoyen, quien, aunque uruguayo de nacimiento es, en gran medida, mexicano. Saúl escribió poesía muy buena, mucha de ella política, otra al estilo de Catulo o Propercio. A mí me parece indispensable su libro "Cantos a la amada", es una joya.

-¿Qué opinas de las opciones poéticas metaescriturales, digamos poesía sonora, poesía visual, etc.?

Estoy de acuerdo con ellas. Pertenezco a un grupo llamado Colectivo Pena Ajena, una red de artistas coordinada por el artista visual y sonoro Luis Alanís Téllez, el músico Noah, la escritora Lucía Izquierdo y este humilde entrevistado. Con el colectivo hemos experimentado los caminos del performance pictórico-sonoro-musical, participado en proyectos de artistas conceptuales; fusionamos la trova con la lectura de poemas; indagamos en los terrenos del teatro y el radio. Ha sido una experiencia enriquecedora, generosa. Considero que un poeta se nutre de estos acercamientos.

Yo trabajo dos vertientes, la imagen de un poeta formal, como les gusta a los literatos clásicos; y la de un explorador de sensaciones a través de lo inter y multidisciplinario, con el Colectivo Pena Ajena. Soy, de este modo, dos Ulises.

El arte, para mí, es una sola fuente, una unidad que hemos catalogado en disciplinas por comodidad o necesidad de estudio estético (de ello habla Wladyslaw Tatarkiewicz). Es difícil encontrar la separación entre la musicalidad de un poema y la música, por ejemplo, entre la fenomenología estética y la científica, como lo ha demostrado Bachelard; entre los números, la proporción áurea y la estructural de un caracol, por lo que indagan los aristotélicos. La poesía, pienso, no es un asunto exclusivo de poetas. Hay cineastas que alcanzan sin problema el límite de lo poético: Tarkovsky, Fellini, Bergman. He presenciado grandes instalaciones auditivas, visuales, sensoriales. El encuentro con otras disciplinas artísticas alimenta la creatividad y la cosmogonía de un escritor.

-En tu opinión cuál es la relación entre el poeta y el ejercicio de la crítica literaria. ¿Crees que la mirada crítica es importante para el poeta de hoy?

Sin crítica literaria la poesía no puede ser entendida ni realizada a profundidad. Estoy convencido de que los grandes poetas han sido grandes críticos. Me viene a la mente la obra de Roberto Juarroz, ahí veo cómo se fusionan un asunto y otro. La crítica y el análisis literario, que no son lo mismo, brindan a los nuevos poetas estrategias, rutas, indicios de qué camino se puede seguir para continuar un oficio que es siempre el mismo, aunque distinto. Si uno no puede distinguir entre un poema ridículo de una tarjeta de cumpleaños y "La casada infiel", de Federico García Lorca, estamos fritos. Para eso sirve la crítica, para orientarnos y entender al arte, en lo posible.

Otro asunto que me parece inevitable referir, en esta entrevista, es el de la autocrítica. Un poeta debe trabajar, juzgar, destazar sus textos en la búsqueda de una obra digna; no importa si es de corte popular o académico. Si no se tiene algo qué decir, es mejor callar. El mejor crítico de uno, es uno mismo; así se evita que los comentarios, una vez impreso el libro, sean severos.

-Internet ha propiciado o, por lo menos, ha revelado una difusión y práctica inusitada de la poesía. Cada vez hay más poetas en todos lados y ya casi se pierde en el relativismo el ejercicio poético. ¿Crees que no se puede decir a nadie que no es poeta o consideras necesario establecer un rasero, un parámetro?

En teoría, cualquiera que escribe es un escritor. Si yo escribo dos líneas y aparecen en una revista impresa, técnicamente me he convertido en un escritor con obra publicada. Lo mismo pasa con los poetas. Algunos piensan que escribir versos, rimados o libres, es hacer poesía. Nadie tiene el derecho a decirte que no eres poeta, es cierto; pero sí el derecho a juzgar si tus poemas son tan estremecedores o conmovedores como los de los clásicos antiguos y contemporáneos. Hay mala poesía, no tengo duda. El que una obra sea buena o no, depende de la honestidad y originalidad de la propuesta, de sus recursos técnicos, de su calidad creativa y conceptual. Un gran poema tiene algo que decir. No es retórica, ésa se la dejamos a los políticos, quienes son, eso sí, en su mayoría pésimos políticos (al menos para sus pueblos).

Me preguntan, muchas veces airados, cómo puede uno saber si se encuentra ante un buen o mal poema; me han dicho que nadie puede decidir eso a riesgo de volverse elitista. No lo creo. Como lo veo, cuando uno ha tomado mucho café o vino en su vida, sabe si está ante un buen vino o café, no importa la nacionalidad o la categoría de la bebida. Así, en el momento en que se está ante un gran texto, eso se huele, se paladea. Tantos años de lectura no traicionan.

-¿Cuánto tiempo dedicas a la escritura y a la lectura? ¿Los practicas diariamente o te sometes a los dictados de la inspiración?

Definitivamente no hay un día en que no lea o escriba. Tal vez algún domingo, de vez en cuando, no lo haya hecho. Al estilo de Borges, prefiero que me recuerden por los libros que he leído antes que por los que he escrito, así que acostumbro mucho leer antes que sentarme a crear. Mis procesos son extraños, hay temporadas en que escribo ritual, febrilmente; y otras en que dejo de hacerlo durante días o semanas. Mis amigos dicen que soy muy disciplinado. No me considero así.

No creo del todo en la inspiración. Pienso que es mejor preparar tus proyectos. Es decir, no escribir poemas sueltos, de cualquier tema, sino pensar en un poemario, como unidad. Eso ayuda a brindar sentido a las preocupaciones, a la búsqueda de imágenes y metáforas. Cierto que hay alumbramientos, destellos divinos sin que sepas por qué. No obstante, esos alumbramientos provienen, estoy convencido, de una mente que sigue trabajando sin que lo notes.

-Explícanos algunos detalles sobre tu proceso creativo. ¿Escribes a mano o de frente en computadora? ¿Cómo surgen los poemas en ti, empiezan con el primer verso, con una imagen, un tema específico?

Construir un poema es un universo, hay muchas posibilidades de llegar a él. Se parte de la idea de otro escritor, de un verso que leíste y dejó un eco profundo en ti; se le encuentra en un ensayo filosófico, académico; otras veces es una imagen urbana lo que activa los motores de la percepción. Las frases aparecen solas, hay que escribirlas porque suelen ser el final o el arranque de un texto. A mí, el mundo me dicta los poemas; algunos otros me los comparten los muertos o demonios que me habitan.

Escribo casi siempre en computadora, creo que por un asunto práctico. Extraño mucho una máquina de escribir, Remington 1952, con la que hice los primeros titubeantes versos a una novia unilateral (digo unilateral porque ella era mi novia, pero nunca lo supo). En ocasiones, si es mucho el impulso, me siento en un café y escribo a mano, en un cuaderno o sobre una servilleta. En ese momento, soy el hombre más feliz del mundo. Mente, mano, bolígrafo y papel se convierten en una partitura de libertad.

vico - Blog crítico
Todos los derechos reservados 2019
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar