VLADIMIR HERRERA: “De la poesía coloquial de los setenta no va quedando nada. De los ochenta, menos.”
CICLO DE ENTREVISTAS "CUARENTENA POÉTICA"
Por Víctor Coral.
-Muchos poetas suelen tener una imagen poética primera. Algo así como el primer recuerdo relacionado con la poesía, un escenario poético, una visión... ¿de tenerla, cuál es la tuya?
Gimferrer cuenta que conoció a Baudeleire como a la poesía misma a eso de los doce años. Saberlo me impresionó tanto que recordé que me había pasado lo mismo a la misma edad y también con Las Flores del Mal que estaba en la biblioteca de mi padre. La traducción era la canónica de Ulises Petit de Murat, pero a esa edad yo no entendía qué era La Giganta aunque sentía más bien que el mundo estaba cambiando para mi. Gimferrer asocia esa etapa de su vida a la presencia del erotismo en su imaginación y eso era lo que me pasaba. Son las simetrías del arte. Existen poemas de poetas lejanos en el tiempo y el espacio que cantan al paisaje que estás mirando en ese momento. Me pasa con los Canarios Manuel Padorno y José Carlos Cataño. Y, cosa curiosa, con todos los isleños sean mallorquines o cubanos.
Cómo fue el proceso de escritura de tu primer libro. Publicaste poemas en revistas previamente, cómo lo financiaste.
Me gustaría encontrar los poemas que publicó a principio de los setenta El Comercio en su suplemento dominical. Cada semana sacaban a alguno de los jóvenes que éramos. Paco Carrillo también nos publicó a muchos de aquellos flacos casi adolecentes. Yo sostengo que la actitud beat y salmódica de Oscar Málaga influenció mucho en Verástegui y en mí. Cómo no iba a ser si todos las noches fumados hasta el gorro nos leíamos los poemas en un cuartucho del Pasaje Velarde. A esa edad tú compartes tus poemas. Málaga frecuentaba a Walter Curonisi, quien había frecuentado a Ginsberg, esa era la cadena. El zambo y yo tomábamos perfecta nota. En ese momento se estaban concibiendo En los Extramuros y Mate de Cedrón. Hasta que Óscar se casó y Milla Batres le públicó el primer libro a Verástegui. Que se volvió insoportable. Fue así que abandonamos el cuartucho de Pasaje Velarde. Poco tiempo después Marina Castro, que ya estaba sacando editorial Picaflor, decidió publicar mi Mate de Cedron, ella contaba con la imprenta de Juan Barea, su marido de entonces y gran amigo en cana por trotskista, junto a Patrick Rosas y algunos más. El hermanito de Patrick, sin embargo, logró hacerse deportar en avión, nunca entendí por qué, si no había hecho nada. El gobierno militar era una gozada y todos salieron prontamente de Lurigancho. Mate de Cedrón se presentó en un taller de escultura que los hermanos Pereira tenían en el Rimac. Era una casa incendiada de tres pisos en la misma alameda sin paredes con un busto de Vallejo inmenso en el jardín exterior. El gran padrino del libro fue Jorge Teillier, quien hizo algunas correcciones y la contratapa. En la fiesta inolvidable estuvieron Pablo Guevara, Juan Cristóbal, Chacho y Gregorio Martínez y toda la muchachada de Hora Zero y Estación Reunida, que eran la misma vaina. Recuerdo a Julia Ferre, a Humareda y al Gordo Portal. Fue un tonazo.
-¿Qué opinas de los concursos de poesía? ¿Participas de ellos? ¿Crees que es esencial para hacer lo que llaman una "carrera poética"?
Nunca me he presentado a ningún concurso ni juego floral y el único premio que he tenido ha sido el de Bellas Artes de México, que era a libro publicado. Del Verano Inculto lo publicó Taberna de Cimbeles, de Tomás March, en Valencia, España. A algún comisario de HZ no le gustó que ese librito tuviera éxito en México, supongo que porque su estadía mexicana había transcurrido sin pena ni gloria. Hace algunos años Hinostroza me invitó para ser jurado en unos juegos florales de Barranco. Viajé a Lima desde mi provincia más que todo para encontrarme con un amigo de Rodolfo y mío, el uruguayo Roberto Echavarren a quien no veía desde hace treinta años. Pero tuve el altísimo honor de conocer a González Vigil y de reconocer a Marco Martos. Los dos me parecieron profesionales jurados de los concursos de lo que sea. A mí no me hubiera gustado estar en sus manos en calidad de concursante. Felizmente Hinostroza, Echavarren y yo pasábamos soberanamente de ellos. Los concursos siempre ensucian la poesía y las carreras poéticas se dan en un callejon sin salida llamado Perú. Por eso muchos se pasan a la novela que tiene más venta, o se vuelven burócratas de la cultura y la academia. Y así profesan.
-En términos generales, desde la segunda mitad del siglo veinte la gran influencia de la poesía latinoamericana se desplazó de la poesía española hacia los clásicos del idioma inglés (Eliot, Pound, otros). ¿Cuáles crees que son las influencias actuales?
Supongo que te refieres a Los Nuevos, de Leonidas Zeballos. Aunque también en Surrealistas y otros peruanos insulares subyace tu pregunta. Yo diría más bien que las influencias se miden con mejor rango después de esas y otra antología. Los nuevos clasicos se habían fundido más bien en el desamparo. De la poesía coloquial de los setenta no va quedando nada. De los ochenta, menos. Sin embargo me atreveré a ponderar Espléndida Iracundia, donde hay chispazos de sombra y a veces relámpagos de neblina. Digamos que los jóvenes no conocíamos a Martinéz Ribas, a Ernesto Mejía Sanchez, a Vicente Gervasi o las dimensiones de Darío etc. Y en esa ignorancia viajó nuestro anhelo. Tarde me enteré por André Coyné que César Moro había celebrado a Enrique Molina, que habían sido amigos.
-Cuáles son para ti los poetas vivos más importantes de tu país y por qué?
Es dificil hablar de los poetas vivos, ya tú conoces ese artículo de Granados sobre "Cuál es el poeta más vivo del Perú". Pero hay tantas capillas que desmontar que dan ganas de nombrar algunos. Y son vivazos. Y Aunque en poesía no debo distinguir a los unos de los otros, sólo puedo hablar de los provincianos que me son próximos y queridos. Después de Vallejo, Hinostroza y mis paisanos Brózovich y Américo Yabar. Lo demás es bueno, sin duda, pero no tiene la misma tracendencia. Me fijo en los jóvenes sobre todo en los de esta parte del Perú, el Grupo de Lampa continúa siendo interesante, Córdova, Yufra, Soto, Filonilo. De entre ellos debo destacar a Inti Heredia, que ya ha encontrado su destino poético. Así como en el Cusco asoman los muy jóvenes, como el chico Tupayachi, Diego. Uno, yo por ejemplo, siempre agradecido porque exista la poesía lejos de Lima.
-En tu opinión cuál es la relación entre el poeta y el ejercicio de la crítica literaria. ¿Crees que la mirada crítica es importante para el poeta de hoy?
Me dio un poco de vergüenza ajena esa reunion en una librería de poetas de una generación probablemente vencida en la que entronizaban al crítico González Vigil. Toda una generación de supuestos poetas entronizando a un supuesto crítico quien, para mí y mi horizonte literario, no representa nada.
Lo que es importante para el poeta de hoy es la marginalidad y el silencio.
Sin embargo, todos vamos a recitales insufribles, a lecturas imposibles en festivales innecesarios. Mérito de mi pata Domingo de Ramos, que a esta hora con la cuarentena sólo dios sabe qué estará comiendo.
-Internet ha propiciado o, por lo menos, ha revelado una difusión y práctica inusitada de la poesía. Cada vez hay más poetas en todos lados y ya casi se pierde en el relativismo el ejercicio poético. ¿Crees que no se puede decir a nadie que no es poeta o consideras necesario establecer un rasero, un parámetro?
Ya lo dijo Eco. Internet es como la muerte que lo iguala todo. Pero, como decía mi abuela, hasta en el cielo hay categorías. Cualquier intonso con tres poemas leídos, ni siquiera publicados, cree que es igual a ti. Robert Graves sugería que a estos jovenes había que mandarlos a una tina con agua con una gran piedra en el pecho y tan solo la nariz afuera. Así compondrian un poema para repetirlo al día siguiente. Era el ejercicio que los druidas imponían a los jovenes pretendientes. Y, sí, decirle a alguien que no es poeta es el mejor favor que le puedes hacer.
-¿Cuánto tiempo dedicas a la escritura y a la lectura? ¿Los practicas diariamente o te sometes a los dictados de la inspiración?
Para mí la poesía no es un vicio ni una práctica cotidiana. Es más bien un ensueño con sus idas y venidas y ese no saber y estar sin nada del poeta. Me cuido bastante de la amargura en el poema y de la dulzura del silencio. Vivo en medio de un bosque desde hace años leyendo a poetas portugueses recónditos como Teixeira de Pascoes o Ramos Rosa, tan vivos que parecen tatuados en el viento.
-Explícanos algunos detalles sobre tu proceso creativo. ¿Escribes a mano o de frente en computadora? ¿Cómo surgen los poemas en ti, empiezan con el primer verso, con una imagen, un tema específico?
En poesía, cuando te haces viejo te das cuenta que has tenido también un periodo azul o un periodo rosa. Tu memoria se ha vuelto una tela con un tajo inclinado como ese cuadro de Fontana. Pero no puedes volver atrás. Hallaste la tipografía que fue para ti tu ikebana e hiciste ediciones soberbias, saliste en una antología de "Textos sagrados" de Tusquets acompañado de Juan Ramón Jiménez y Antonio Gamoneda, qué más. Por el momento estás en la vanguardia pugnando por ir al mercado que luego te llevara al museo como a un Sanguinetti cualquiera perdido en su provincia.